Si mi vida fuera una serie, Raúl Peña tendría una temporada sólo para él.
Raúl Peña fue mi profesor de español en sétimo año en el Colegio Saint Francis. Creo que sólo estuvo ese año 1978.
Estamos hablando de la época en que los hippies daban sus últimas patadas y el disco reemplazaba todo con una trivialidad asfixiante después de una década tan intensa.
En el cine, (Y por ende en todo lado) contemplábamos boquiabiertos las naves gigantes de la Guerra de las Galaxias, con aquella sensación fantástica de que nos despeinaban, de lo cerca que pasaban del segundo piso del Cine Rex.
Y ¡claro! Bailaban John Travolta y Olivia Newton Jones y todos queríamos ser ellos, en algún sentido.
Es esta época que quería olvidar que la carrera armamentista crecía por minutos, habían guerras por todas partes y nadie entendía para dónde íbamos con tanta bomba nuclear en producción.
Los movimientos de paz parecían pegar gritos en medio de las explosiones. Las dictaduras asolaban rampantes a todo lo que se les atravesara.
En mi vida personal, mi papá se estaba consumiendo entre enfermedades y todos los días, cuando volvía del colegio, siempre temía que quién abriera la puerta me dijera que había muerto.
Y en medio de este caos, surge esta luz. Gracias por ella.
Raúl Peña
Raúl Peña era flaco, y tenía el pelo negro, colocho y muy largo para ser profesor del Saint Francis. Usaba zapatos de plataforma, pantalones fenomenalmente acampanados y era fanático de la incipiente saga de la Guerra de las Galaxias.
Y nos pedía una redacción por semana, creo. Tal vez eran dos. No recuerdo. Lo que si tengo muy fresco en la memoria es que sus temas eran muy imaginativos. Nos forzaba a salirnos de las zonas de confort.
Raúl nos retaba, reventaba los rígidos esquemas del colegio y como un Keating (1) adelantado a su época nos comprometía, sin duda, con abrir nuestra mente a ideas que podían ir desde lo bizarro hasta lo sublime, pasando, obviamente por lo cómico.
“Soy un zapato”. “Los anteojos de Don Tomás” “La vieja casa de la esquina”
Nos decía que nos desengancháramos de lo usual, que imagináramos cómo era ser un zapato, o quién podría ser Don Tomás y cómo veía la vida. O la historia de la casa de la esquina, vacía hace muchos años… o el lugar donde vive mi mejor amigo.
Nos soltaba las amarras y nos ponía a navegar en un océano ilimitado de palabras y de ideas.
¡Cuánto adoraba ésas redacciones! Me empujaban al vacío de la creatividad y lo único que lamento es no haber estado más tiempo en las clases de Raúl Peña.
¡Cómo se malentiende a los profesores a quiénes les toca abrir la mente de sus alumnos!
No sé qué se hizo. No sé si me interesaría saberlo, tal vez sólo para decirle que su libertad le puso viento a mis alas y que cada día de mi vida se lo he agradecido.
Yo me puedo imaginar que a Raúl Peña le debe haber pasado, lo mismo que a Keating. Era demasiado libre para estar en el Saint Francis que es un monumento a la disciplina. No nos llegó a dar dos años.
Y sin embargo logró su propósito, por lo menos hablo por mi. Una carajilla de trece años, confundida hasta la médula que fue para siempre marcada por la creatividad singular de éste chavalo a quién nunca en la vida volví a ver.
Con un excelente sentido del humor y una forma de enseñar que iba más allá de si mismo, Raúl Peña me enseñó sobre todo, a conocerme. Y a saber, con toda certeza, que lo que sea que te encante, te guiará en los momentos más jodidos, te brindará refugio y descanso.
Dónde quiera que estés Raúl, ¡Salud y gracias!
(1) John Keating es el personaje de Robin Williams en la magnífica “Sociedad de los Poetas Muertos”. Película de 1989 dirigida por Peter Weir
Publicado en: Olga Saenz-carbonell. \”Un homenaje a Raúl Peña..\” Medium. 22 Nov. 2020. Web. 22 Nov. 2020. <https://medium.com/@olgasaenzcarbonell/un-homenaje-a-ra%C3%BAl-pe%C3%B1a-96e730da2005>