Resulta que un día aprendí a hablar y no me callé nunca.
Hablar tanto siempre me generó muchísima culpa. Juro que si. Como si sentir culpa acallara un poco a la que yo llamaba “la lora” en mi. Sin importar si lo que hablaba era importante o fueran tonteras, me ha causado culpa hablar y hablar.
He aprendido a jugar con el verbo. He aprendido a callarme por educación y represión. Aprendí a domesticar mis palabras. A sacarlas cuando es apropiado que se hable y a callarme con más frecuencia de la que quiero. Y si, también me causa culpa.
La vaina es que nací para comunicar. Lo que sea que lleve por dentro.
Un día encontré la forma de que me pagaran por hablar y guié turistas durante dos décadas y media. “Hablo porque me pagan”. Paliativo para la culpa.
Luego comencé a escribir, a pintar. Sólo otras formas de hablar, por supuesto.
La gran mentira de la culpa es que uno cree que si la siente, como que vas a dejar de hacer milagrosamente lo que te causa culpa… No, para nada. Lo hacés igual, pero sintiéndote una mierda.
Y sin embargo, en éste universo de interconexiones, no nos callamos porque no nos toca.
Somos parte de un gigantesco escenario, y a unos nos toca hablar, y a otros bailar, y algunos pintan y otros pegan los botones de los disfraces, unos suman números, otros reparan chunches, y no hay un sólo rol diminuto.
Si estás acá es porque estás haciendo algo que afecta el Todo. Todo está interconectado. Desde los átomos que nos conforman, hasta los planetas lejanos.
No entendemos, porque somos muy chiquitos para verlo. Pero cualquiera que haya estudiado las relaciones que suceden en un bosque tropical lo sabe.
Todo está interconectado.
Y vos sos parte de Todo. ¿Qué trae tu caja de herramientas? Qué te gusta hacer? ¿Para qué sos buenx?
Revisate si estás en el closet incómodo de la comodidad, revisate si creés que no podrías, si te da miedo ser lo que sos, si te genera culpa.
Hoy, que Costa Rica celebra la legalidad del matrimonio igualitario, nos damos cuenta de que gracias a que muchos no pudieron dejar de salirse de sus closets, es que se ha logrado un derecho humano más en nuestro país.
Los que gritaron, los que hablaron, lo que se expresaron, mejoraron el mundo para siempre.
Salirse del closet es una buena idea.
Que si, que el miedo al ridículo y todo eso. Diay si. No te digo no que no se siente… ¿Y? Nadie se murió nunca de ridiculez. Pero muchos que se aguantaron el miedo estuvieron muy lejos de ser ridículos.
Ser lo que se es, con feroz intensidad, es tu aporte y tu responsabilidad.
Acallar tu voz porque creés que no está bien, que lo tuyo no es importante, que ya lo dijeron otros, es dejar a alguien sin un mensaje.
Creo que hasta el día que me muera, siempre va a estar una vocecita jodida interna diciéndome vainas, desvalorizando, jodiendo. La bully interna es la más brava de todas.
¡Y! acá estoy, hablando de nuevo. Porque al margen de que crea que es importante. En serio no lo puedo y no lo quiero evitar.
¡Dejate en paz, en serio! Salite del closet. Hacé lo que sos, el Universo completo sonreirá tu sonrisa.
Original publicado en https://medium.com/