martes, octubre 22, 2024
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El silencio, la última frontera.

Al final, el habla no tiene nada más que decirnos: investigamos el silencio, porque es el silencio el que habla ~Pierre Macherey.

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No soy una persona religiosa. Mi madre me llevaba al cine en vez de a misa. Y me alegré mucho por ello.

Sin embargo, desde una edad temprana, he estado luchando con la misma cosa común que ha tenido civilizaciones enteras de rodillas: El silencio humano interior. Un reino que vive allí, inocente, imparcial, inexplicable. Tan sutil y trascendente que los humanos han creado enormes sistemas para explicarlo, gigantescos edificios externos y arte que nos prometen llevarnos allí, al Silencio Supremo. A veces con éxito, a veces simplemente nos llevan a \«Nuestra versión de…\» como hacen a veces las drogas. E incluso el sexo.

Ni siquiera sabemos que anhelamos el silencio. El silencio en estos días tiene una fuerte relación con el aburrimiento, y lo que es peor, un cementerio, la muerte.

Sin embargo, el Silencio Supremo, cuando lo encontramos, ya sea en el asombro, en el amor o en la meditación, lejos de ser una tumba, nos da una inexplicable sensación de profunda comprensión, de insondable compañía. Es difícil definir lo indefinible.

Y esta fantástica cita que encontré ayer en el lugar más inesperado, me dio una pista sobre mi resistencia a la «redacción sagrada» en ACIM y a la palabra misma: Dios.

Al final, el habla no tiene nada más que decirnos: investigamos el silencio, porque es el silencio el que habla ~Pierre Macherey.

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Se trata de significados. ¿Verdad que sí?

Le damos a «Dios» un significado tan pesado que nos choca hasta con tres miserables letras. Cuatro en español. En realidad, en la mayoría de las lenguas del mundo, la divinidad se describe con una palabra corta. Especialmente en las religiones monoteístas. Puede ver toda la colección aquí: https://www.indifferentlanguages.com/words/god

Todo gira en torno al significado. Por supuesto.

He dado todo el significado a esas tres letras juntas en ese orden.

Esta pequeña palabra ha puesto de rodillas a emperadores y genios. Por todo el espacio y el tiempo.

Si sus egos fueron puestos a prueba, ¿cómo no va a ser aplastado el mío bajo milenios de condiciones y leyes a su alrededor? ¿Cómo podemos nosotros, en nuestras pequeñas identidades temporales y cuerpos encapsulados en el tiempo, no vernos amenazados por lo único que no podemos evitar nunca? El silencio.

El silencio lo hace todo posible en la mente. Hace que la percepción del tiempo no quede aplastada bajo un único momento: Si la música no tuviera silencio, sería un gran lío. Es en el Silencio donde encontramos nuestro espejo Real y no nuestras proyecciones. En el silencio encontramos concentración, atención, relajación, descanso.

Desde mi punto de vista, siendo un estudiante de ACIM desde hace décadas, aborda un misterio que las religiones ponen fuera de hacer que el infinito encaje en los códigos humanos y pequeños pensamientos.

Hemos dado un significado a ese Misterio. Un significado tan fuerte que ha creado reacciones de todo tipo, la más común buscando, o bien explicarlo, o bien negarlo.

Probablemente ambas reacciones sean las mismas: miedo absoluto.

Miedo absoluto a lo que no podemos explicar, definir ni comprender. Miedo absoluto a lo que tememos ser de verdad.

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En Oriente lo sabían desde hace mucho tiempo. En Occidente, la ciencia hizo por primera vez un experimento y pudo ver por fin un personaje importante en el juego de la percepción… «¡OMG! ¡Hay un perceptor!».

La idea del perceptor, del observador desconocido, es la última frontera. El que está ahí para liberarnos. La última puerta al Silencio interior, ignorado pero siempre presente.

El que no sigue las reglas. Cualquier regla.

El perceptor imperceptible.

Lo que percibe al perceptor pero es en sí mismo imperceptible

El que somos detrás de todos nuestros nombres, etiquetas y máscaras, sin tiempo, edad ni género.

La meditación seria lo sabe. Cualquiera que disfrute de la soledad lo sabe.

Hay algo en ello. Hay una hermosa sensación en la Presencia. Una sensación de pertenencia que no reacciona al «aire libre». Ni siquiera es una percepción, es tan sutil que sólo podría llamarla experiencia de ello.

Si sacamos la palabra «dios» de la percepción y nos fijamos en el Silencio interior. Si sacamos las letras «G. O. y D.» de todo significado y forma.

Sopla los significados, todos los significados. Y quédate ahí. En el Contenido estamos. Sin forma, sin edad, sin tiempo, sin espacio.

No somos identidades, no somos «seres». Somos la experiencia informe de la vida misma.

Somos Silencio.

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Gracias por su lectura.

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