Yo cuento historias. ¿Qué le hago? Lo he hecho desde siempre. Tal vez porque aprendí a leer muy temprano en la vida y la casa paterna estaba cubierta de libros de piso a techo y en mi familia, digamos que bueh, había que leer, a güevo.
Y entonces yo aprendí a relacionarme con las historias y a interpretar el mundo desde ellas. Aprendí a contarme historias como buena Sapiens y a creérmelas. Por ejemplo, me conté la historia de que yo había sido víctima de vainas, me la creí y viví resentida por un buen tiempo, con mucha gente si, pero sobre todo conmigo misma.
Al final de lo único que fui víctima fue de mi fértil imaginación y la necesidad de ser una heroína épica que sufriera en ésta vida.
¡Ojo! No minimizo algunas circunstancias dolorosas que sucedieron en mi infancia. El problema fue que estas circunstancias las convertí en armas contra mi misma.
Si querés leer la historia completa anda por acá: ¡Salgámonos del closet de una vez!
El asunto es que no importa lo que te suceda en la vida, el asunto es cómo lo interpretes, y los niños, esos maravillosos contadores de cuentos, con frecuencia nos vemos a nosotros mismos como los malos de la película y los culpables de todas las tragedias.
¿Porqué hablo, a mis casi 57, como si fuera aún una niña? ¡Uy! Porque en mi hay una niña indudablemente que con frecuencia está al mando. (Si no fuera así no lograría pintar sin aburrirme).
Y bueh, es que además están las novelas, y las telenovelas, y las series, Netflix y los juegos, todos están repletos de historias con héroes \”sufridos\” -y estoy siendo amable- . Un héroe feliz, que la lleve suave y que no tenga algún problemita de estrés ¿Tiene gracia? ¡Cero gracia!
Entonces bueh, todo esto para decir que me conté un montón de historias y me hice algo adicta a ellas.
Desde muy pequeña aprendí a contarlas, y pasé veinticinco años como guía de turismo, contando historias de un lado al otro de mi hermoso país.
Pero es que a los turistas hay que atenderlos ¿ves? Y bueh, yo tuve cinco hijos y un día me harté de atender gente.
No me malentiendas, no era la madrecita sacrificada que sufría horrores para criar a sus hijos… Pero si. ¡Jaja! Ahora me río mucho pero por mucho tiempo sufrí porque elegí sufrir. Digo, en buena lid no pasó nada realmente horrible, pero si los sufrí, a los turistas y a los hijos.
Y bueh, un día dejé de guiar y otro les dije a mis hijos que me iba de la casa. (La historia es más compleja pero no tengo mucho tiempo y qué pereza contarla toda).
Me conseguí una terapeuta, le dije que quería paz 24/7 y que no iba a soltarla hasta que lo lograra.
Y bueh, pasé 7 años sanando, a lo bestia. De todo. Lloré horrorosamente, perdoné y me perdoné cientos de historias, aprendí a meditar, me abrí a viajar de muchas formas, hice Curso de Milagros a diario, pinté y pinté y pinté, creí que era hora de levantar vuelo y la Vida me devolvió a mi tierra de un pandemiazo, y pasé un par de años más metida en la montaña.
Y un día llegó la posibilidad de viajar, y México de nuevo, y todo se acomoda para que mis pinturas y mis palabras salgan a la luz y ¡Bueh! Tengo que salirme de nuevo del closet, una vez más.
Voy a explicar esto antes de que se vuelen por donde no es… No, no soy les! Me encantaría pero no. Pero quiero darme permiso de hablar una vez más, como cuando escribí el de \”Salgámonos del Closet de una vez\”.
Que soy una señora rara haciendo el ridículo en tiktok… ¿Eso es lo peor peor que puede pasar? Ah ok, entonces de la mano de mi Yo Mayor, voy a seguir hablando. :=)