¡Seis meses casi de esta vaina! ¿No va a parar verdad? Nos vamos a enfermar unos a otros y vamos a ir muriendo uno por uno hasta que no quede nadie y el planeta se convierta en un desierto post apocalíptico sin que siquiera queden zombies para reírse a carcajadas.
Yo no sé vos… Yo me lo he imaginado, últimamente.
Y ése es el mejor de los infiernos. En el peor atiendo a morgues, a funerales de seres profundamente amados… No me ha tocado. No tengo idea de cómo se sentirá. Sólo me puedo imaginar un dolor tan enorme como el infinito. Un dolor sin tiempo, que, de fijo, se anidaría en el pecho para siempre.
Si, también me imagino ése infierno. Y puedo pasar echando uno tras otros los escenarios terribles que pueden llegar a suceder, sin duda.
Ah si claro. Pero también puede suceder lo contrario. El escenario opuesto.
También puede suceder que no pase nada.
O que suceda y que lo sepamos manejar y el dolor se convierta en el Amor eterno de lo compartido y lo vivido, que siempre está ahi, Covid o no.
Lo doloroso, terrible, irónico y magnífico de este tiempo es su absoluta incertidumbre. No tenemos ni idea de lo que va a pasar. No hay nada claro, nada que nos indique, no hay señales. Está solo esta calma chicha, insoportable por ratos.
De repente te ponés care’barro y te echás a ver Netflix hasta que se acabaron todas las series, incluso las que no se han publicado aún.
De repente te entra la querendonga y llamás a todo mundo a decirles lo importantes que son para vos.
De repente la culpa, la cólera, la agüevazón, la sensación de inutilidad, la sensación de sin sentido y por último, en el fondo, el dolor de que, por mucho que queráis, las cosas no están siendo iguales que antes.
Si sos de turismo, estás en duelo. No hay de otra.
En este momento no hay turistas. No hay trabajo en lo que más nos gusta. Y más allá, no hay plata y la libertad, antes tan natural, está constantemente amenazada y es castigada porque #quedateenlacasahuevon .
Y si somos tatas peor aun, porque al mal tiempo buena cara y por mucho miedo que tengamos, aguante porque los carajillos no se pueden dar cuenta.
Vos sos el fuerte, vos sos el ancla y sos el mástil principal. No podés quebrarte.
Y, sin embargo, estás inevitablemente quebrado, por dentro, por fuera y por todo lado.
Internamente estás tal vez en posición fetal, con la cabeza tapada por el brazo, deseando que ya pase todo esto. Deseando que algo cambie, que la Caja anuncie la vacuna y que ya, que ¡ya! Que nos podamos levantar como de un sueño a ver el sol por fin.
Y que ya sea el momento en que contemos las historias y nos riamos de los cuentos, y veamos las películas y las series y todo lo que va a salir, y les digamos a los güilas que no han nacido «¡Y éso que a usted no le tocó el Covid!».
Pero no, inevitablemente estás aquí y ahora. Y estamos en plena pandemia.
Cuando las cosas se ponen difíciles, los duros se ponen en marcha
(Cuando lo fuerte se mueve, los fuertes se mueven)
No se trata de si podés o no podés… es que no te queda de otra. No hay remedio. No te la voy a poner bonita. No se trata de esta vaina. Es que tenés que poder. Es que ya hay que reinventarse.
Comprobación de la realidad:
Ya, ok, no hay turistas. Tal vez te toquen, en los próximos meses unos cuantos tours, tal vez venga gente, pero ¿volver al 2019? Para eso falta. Y puede faltar mucho más de lo que pensamos.
Difícilmente esta semana.
¿Qué nos queda entonces?
¡Diay! Si. Reencarnar.
Aceptar que hay vainas que cambiar. Mucho por aceptar y mucho por dejar ir.
Nos toca ver a quién éramos en Febrero del 2019 y, dándole las gracias por la participación, decirle con una sonrisa que ya se puede ir. Y qué no, ¡Qué pena! No puede volver. Porque de ése escenario ya no queda nada. Nada.
Porque te vas a reinventar y como dijo un compa por ahi «No se puede echar vino viejo en odres nuevos».
Vamos a soltar la piel de lo que fuimos y vamos a abrazar a éste ser que no sabemos quién es y que va a saber, sin duda, cómo moverse en ésta humanidad que está cambiando a pasos agigantados.
Y vamos a confiar. Sobretodo eso. Vamos a confiar en quién ya sobrevivió a todas las tonteras, en quién ya absorbió chorros de conocimiento, vamos a confiar en que esta chavala, este mae, si lo supo hacer una vez (Y cien)lo puede hacer miles.
Vamos a confiar en nosotros mismos… pa’variar.
Y si hay una idea, la que sea, que te diga que más allá de vos mismo, hay una inteligencia supremamente amorosa detrás de lo que ves, también agarrate de éso como un primario, porque aqui hay que hacer más que sobrevivir, hay que adaptarse y, hay que salir adelante.
Recordás cuando se va a guiar por primera vez a un sendero y uno busca lo que conoce para usarlo en el tour… ¡Aparecieron las arrieras! ¡Uy! ¡Qué dicha! Ya hay tema para rato.
Así, exactamente: buscará tus recursos. ¿Qué sabes hacer?
Y más allá de lo que sabés hacer: ¿Qué estás dispuesto a aprender? ¿A qué estás dispuesto a abrirte a disfrutar? O por lo menos a vivir.
Recordá que ahora no hay nada a largo plazo, se toman decisiones que podrás revertir cuando turismo entone su canto de sirena y te llame de nuevo a su camino. Pero sabía que tenías recursos.
Pero, al rato ya pasaste por ahí, ya estás en Amazon, o en Sykes, atendiendo llamadas, o chats. Al rato y ya estás haciendo pan, gallo pintos o manualidades, artesanías, o estás trabajando en un «back office» en la empresa de algún tío que te pudo colocar por un rato.
Al rato y lo que te está jodiendo es esta sensación de que estás harto de trabajar aún antes de colgarte el auricular. Querés estar de nuevo en el bosque, en un catamarán en el golfo de Nicoya, en una Coaster, con el pavimento pasando voraz bajo tus suelas.
Estás autocompasivo, y enojado con Dios, con la vida, con tu pareja, tus tatas, tus amigos y con todo.
Detestás la vida y además te da vergüenza admitirlo frente a cualquiera. Incluyéndote a ti mismo.
No entendés nada, no querés entender nada. Lo único que querés es que todo vuelva a estar como estaba, que la vida vuelva a ser cómoda y conocida, sin gripes mortales dando vuelta por todos los barrios.
No querés solucionar nada. No tiene mucho sentido. ¡Estás harto de estar harto! De buscar soluciones y encontrar justo las que no te gustan.
La vida se volvió esta mierda que no entendés y lo que sentís es que sería tanto más cómodo sólo quedarme dormido, jalar. Desaparecer.
¡Ah no! No no… yo no pienso en suicidio… ¡pero que rico morirse digamos…!
Dejar de atravesarme, dejar de buscar como sobrevivir, sólo quedarme ahí, con los ojos cerrados, sin tener que hacer ya nada nunca.
Y te quedarás sin ganas. Sin motivos. Sin sentido. En un limbo, angustioso y seco como una piedra.
Te dormís agüevada/o y te levantás agüevada/o. Y te levantarás igual.
Nada cambia. Trabajás, no trabajás. Soñás con que vuelvan los turistas, te das de frente con la realidad que es hoy lo que es.
Y ¡Bueh! ahí es donde yo veo la posibilidad de cambiarlo todo.
Porque ahí ya no hay forma de que vos des ni media respuesta… Y tenés que dejar a la Vida responderte.
Llámalo Vida, Misterio, Dios… cómo vos querás. No importa la nomenclatura.
No te queda de otra que confiar, respirar hondo y confiar. Cerrar los ojos a lo que te da terror en este momento y confiar.
¿Te doy un volado? No te negués a sentir nada. Sentí lo que sea que sentís.
Es una sensación. Observala.
Al rato y le pones nombre: «Cólera», «Frustración» «Impotencia» «Soledad» «Aburrimiento». Al rato y sos más vivo aún y te das cuenta de que la definición no importa.
Es una sensación. Eso es lo que es. Podés sentirla. Si querés pedís reinterpretarla, si querés sólo la soltás como quién deja ir un globo al aire.
Y de nuevo, confiá.
Las respuestas van a llegar.
Vas a reinventarte, vas a convertirte en lo que no imaginaste.
De repente dejás que la creatividad ruede por la montaña y te encontrás con alguna pasión que ni sabías que tenías.
Sentí, respirá, soltá, reíte, viví.
Hace unos días hablaba con una amiga, y me decía que ella pensaba mucho en mi ahora, porque hacía exactamente tres años yo le había dicho -en alguna conversación- que cuando ella se viera a sí misma dentro de tres años, se iba a dar cuenta de lo feliz que era entonces.
Mi respuesta a vos, como a ella, es… Dentro de tres años, otra vez, te vas a volver a ver y te vas a dar cuenta de lo feliz que sos hoy.
Vivilo.
Y no te permitirás sufrir por consecuencias imaginarias. No sirve para nada.
Y si estás mal, solo, y llegó el punto donde decis.. . «Ni modo, tengo que aceptar que si necesito ayuda» terecomiendo fuertemente acercarte a los cafés de la Cámara de Guías de Turismo Asociados.
En un movimiento magnífico, han creado una red de apoyo emocional con especialistas en serio y, alguna gente -me incluyo- que estamos ahi para ayudar en lo que se necesite.
A sabiendas de que en ésta odisea que nos está tocando vivir, a veces, lo único que queremos es hablar con alguien, ser escuchados. Saber que, en lo que siento no estoy sola/o.
Estamos ahí. ¡Acercáte!